miércoles

Reflexiones cortas sin final

Hay que procurar no dejar las cosas del amor en manos exclusivamente del corazón. De entrada, lo que más nos llama la atención es el aspecto físico de alguien. No es solo su menor o mayor belleza física; es algo más, difícil de precisar. Los gestos, la forma de hablar, de moverse, nos resultan especialmente atractivos. Más tarde, su forma de comportarse, la relación que se va poco a poco estableciendo con esa persona, tienen algo de sugestivo, de especial, que nos va cautivando sin damos cuenta.

Hagamos caso a la intuición, aunque cuando una persona nos atrae, intuimos que con ella podríamos compenetrarnos y sentirnos bien en su compañía. Pero muchas veces nos equivocamos, esta intuición falla.

No es suficiente con querer, sino que hay que saber querer. Saber querer es encauzar ese sentimiento hacia comportamientos de la práctica diaria que logren el objetivo último del amor: hacer feliz al otro.

Si cuidamos mejor la elección que hacemos y procuramos, no sólo con cariño, sino también con inteligencia, enriquecer esa relación día a día, tendremos muchas más posibilidades de éxito.

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